El suelo pélvico es un conjunto de estructuras y músculos que tapizan la parte inferior de nuestra pelvis. No trabaja de forma aislada, está relacionado con el abdomen, el diafragma y la columna lumbar. Cuando estamos tumbados, el suelo pélvico se libera del efecto de la gravedad y no tiene que soportar apenas presión, en cambio, cuando estamos sentados y de pie va aumentando la presión en el suelo pélvico.
El suelo pélvico está diseñado para soportar esas presiones en un punto concreto, en el punto central fibroso del periné, que justo recibe estas fuerzas y es capaz de contrarrestar esas presiones. Sin embargo, cuando varía la postura, varía también ese punto en el que recaen las fuerzas, derivándose a la larga en patologías como: incontinencia urinaria o prolapsos.
En una postura en equilibrio va a existir un buen tono abdominal y una curva lumbar armónica donde las fuerzas resultantes de las vísceras reposan sobre el periné posterior.
En una postura anteriorizada va a existir una distensión abdominal y una hiperlordosis lumbar donde la fuerza resultante de las vísceras reposa sobre el hiato urogenital pudiéndose producir prolapsos.
Si quieres saber más acerca de la relación del suelo pélvico y la postura corporal, te invito a ver el siguiente vídeo:
Es el descenso de alguna de las vísceras pélvicas (vejiga, uretra, vagina, útero, recto, intestinos) pudiendo incluso llegar a salirse al exterior. Viene acompañado de síntomas urinarios como: urgencia miccional, incontinencia durante las relaciones sexuales, polaquiuria (más de 8 micciones al día), disuria (difícil, dolorosa o incompleta expulsión de la orina) e infecciones urinarias de repetición, y de síntomas genitales como: pesadez pélvica y molestias y dolor durante las relaciones sexuales.
Entre los factores de riesgo caben destacar: el sobrepeso y la obesidad, el embarazo y el parto, la tos crónica (fumadoras, bronquitis crónica, asmáticas), las hiperpresiones sobre el suelo pélvico (deporte, cargas pesos), la predisposición genética, las enfermedades neuromusculares y del colágeno, la menopausia, (debido al déficit de estrógenos), la cirugía pélvica y el estreñimiento crónico.
La fisioterapia es tremendamente efectiva cuando se trata de un grado 1 o 2, que son los más leves, porque puede llegar a reducir ese descenso con distintas técnicas como lo son:
Para saber más acerca de los prolapsos y su tratamiento fisioterapéutico, te invito a ver el siguiente vídeo:
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