Dolores de espalda y de cabeza, sensación de hinchazón abdominal, gases, retortijones, hemorroides, sangrado, debilitamiento del suelo pélvico… Esta lista de efectos indeseables tiene un elemento común: el estreñimiento. Casi un tercio de la población sufre alteraciones del tránsito intestinal y, en un buen número de casos, algunas modificaciones en la dieta y ciertos cambios en el estilo de vida pueden ser suficientes para revertir este incómodo problema digestivo.
Hablamos de estreñimiento cuando la frecuencia de las deposiciones es inferior a tres veces por semana, pero también cuando la defecación se acompaña de importantes molestias, las heces son muy duras, necesitas hacer grandes esfuerzos para expulsarlas, o tienes la sensación de no haber evacuado de manera completa.
¿Y por qué hablamos del estreñimiento y su impacto sobre el periné?
Si nos fijamos en la anatomía genital femenina, comprobamos que el recto y las paredes de la cavidad vaginal son adyacentes. Esta disposición en el espacio hace que el recto se apoye sobre la vagina cuando las heces se acumulan, obligando a las paredes vaginales a soportar ese peso añadido, que sumado a otros factores desencadenantes puede desembocar en una incontinencia urinaria o en un prolapso. Aprendiendo a adoptar una postura correcta durante la defecación, así como respirando adecuadamente y utilizando la musculatura abdominal evitaremos realizar los esfuerzos en apnea (aguantando la respiración) tan perjudiciales para el suelo pélvico.