(del libro de Roberto Junquera “El estrés, otras alteraciones emocionales y tu dolor de espalda”)
El corazón tiene razones que la razón ignora.
- Blaise Pascal, matemático, físico, filósofo y escritor francés.
Es uno de los mecanismos de alarma del organismo, que altera, como he indicado en capítulos anteriores, al elemento fuego de la medicina oriental (es decir, al intestino delgado y al sistema cardiovascular), y que traduce un desequilibrio permanente del sistema nervioso (simpaticotonía): hablamos de la ansiedad. En este artículo vamos a explicar qué relación existe entre el dolor de espalda y la ansiedad.
¿Qué sucede en nuestro organismo durante un ataque de ansiedad?
Cuando nos sentimos amenazados o que de alguna manera corremos algún peligro, se pone en marcha el sistema adrenérgico, un sistema que se encarga de activar los músculos lisos (los de las vísceras), el músculo cardíaco y las glándulas de nuestro organismo. Este sistema libera un neurotransmisor, la adrenalina, que pone a nuestro organismo en un estado de alerta, e inmediatamente todos nuestros valores se alteran: el ritmo cardíaco, la tensión arterial, nuestros niveles de azúcar y otros valores en sangre, la función de nuestros órganos,… Todo se altera.
La ansiedad es un mecanismo que ayudó al hombre primitivo a sobrevivir, pero en nuestra sociedad actual ya no salimos a cazar para alimentarnos ni nos enfrentamos a animales feroces que puedan atacarnos y necesitemos de un impulso de energía para luchar o huir. Sin embargo tenemos otras amenazas que nos llevan a estar en un estado de ansiedad.
La ansiedad en sí es necesaria, pero no permanentemente. La ansiedad que se perpetúa en el tiempo puede provocar trastornos graves en nuestro organismo. En éste artículo hablamos de aquellas alteraciones o aquellos trastornos de tipo musculo-esquelético, es decir, de nuestros músculos y articulaciones.
Ansiedad: ¿cómo nos damos cuenta que estamos pasando por ella?
La ansiedad puede manifestarse de forma brusca y repentina, dando al paciente una sensación subjetiva de ahogo y muerte inminente (crisis de ansiedad) o de forma más suave pero mantenida en el tiempo. Cuando la manifestación es brusca y repentina, en general no suele ir acompañada de disfunciones músculo-esqueléticas llamativas. Sin embargo cuando la ansiedad es más suave y constante (por ejemplo, si se aplaca de forma repetida con ansiolíticos) existirá una facilitación de múltiples dolencias físicas junto con la ansiedad, sobre todo en la zona dorsal alta y cervical.
¿Qué dispara los ataques de ansiedad?
Lo relevante de este molesto mecanismo de alarma es que siempre tiene una causa, que en el mejor de los casos es reconocible y por tanto más fácil de abordar (esta causa reconocible puede ser por ejemplo el estrés de vida). Incluso esta causa puede ser pasajera, por un problema puntual, y por tanto la ansiedad suele remitir sola (mientras tanto es comprensible el uso puntual de ansiolíticos para hacer el proceso más llevadero).
Mecanismos de acción ante los ataques de ansiedad
Ante la ansiedad hay dos formas opuestas de actuar:
Mi cuerpo atenta contra mí mismo, la ansiedad es mi enemigo
Pensar que esta ansiedad es un enemigo que “nos hace la vida imposible”, como si algo en nuestro sistema nervioso no funcionase bien y por lo tanto el tratamiento estará encaminado a aplacar el síntoma.
Mi cuerpo me alerta de los peligros, la ansiedad es mi amiga
Asumir que cada problema tiene una causa, por lo tanto en este caso la ansiedad es un “amigo”, incómodo pero sincero, que quiere avisar de que algo funciona mal, nos invita a revisar nuestro estilo de vida o a bucear en nuestro pasado, nuestra infancia, nuestro subconsciente en busca de conflictos no resueltos (como ya he explicado, el estrés y todos los conflictos que generan crispación, intolerancia..., afectan primero a la vesícula biliar e hígado, y éstos afectan al elemento siguiente: el fuego; en donde se incluyen el corazón, el intestino delgado y el sistema nervioso).
Si nos acogemos a la primera forma de abordaje, sin duda habremos escogido el camino más fácil y con menos esfuerzo, de rápido resultado, tan sencillo que es fácil “engancharnos” a los ansiolíticos, y alejarnos de una búsqueda de los auténticos factores causales. Este tratamiento farmacológico hará que la situación se cronifique, es decir, la ansiedad será más suave pero continua, y con el tiempo pasará a una segunda fase llamada ansioso-depresiva que no es más que la antesala de la futura depresión en la que acabará el paciente con el transcurrir de los años. Nuevamente se comprueba que no abordar las causas de los problemas es más cómodo pero muy negativo a medio y largo plazo.
Ansiedad: un caso de la vida real
Esta manera fácil y rápida de abordar la ansiedad con fármacos fue el caso de Elisa, una joven de 28 años que llevaba 5 años de su vida tomando ansiolíticos. El último año en que consumió ansiolíticos su médico le añadió un antidepresivo. En la actualidad se encuentra como ella dice “medio bien”, ya que nunca ha dejado de sentirse nerviosa e inquieta y últimamente el cansancio y la tristeza invaden su vida.
Elisa acude a mi consulta porque estos últimos años paralelamente a su ansiedad han ido aumentando las molestias en su cuello, nuca y ambos trapecios, con algún periodo de mareos e inestabilidad. Últimamente el dolor se focaliza en la transición cérvico-dorsal izquierda (zona cardiaca) como forma de somatizar unas molestas palpitaciones, que no son más que otra forma de ansiedad.
En cualquier otra persona podríamos achacar la contractura cervical al estrés de vida, pero sin embargo, ella comenta que su vida ahora es relajada y no encuentra motivos para sentirse nerviosa, podría decirse que su ansiedad no tiene causa. Sin embargo, sí tuvo problemas serios hace 6 años, cuando su padre enfermó de cáncer, y acabó falleciendo un año más tarde. Ella se convirtió en el elemento fuerte y estable de su familia: consultas, hospitalizaciones, e incluso durante el funeral de su padre no derramo una lágrima, “decidí ser fuerte para consolar a sus hermanos más pequeños y a su propia madre”
Me confesó que 2 meses más tarde comenzó con la ansiedad y los ansiolíticos, que sigue tomando en la actualidad.
Un estrés mantenido, un trago amargo no digerido ni exteriorizado o un luto no afrontado pueden ser la causa de una ansiedad que brota frecuentemente cuando todo ha acabado. Afrontar el problema con ansiolíticos acarreará más tarde síntomas y disfunciones diversas con una causa común, tapar el problema con ansiolíticos, es fácil pero no supone más que engañarse a uno mismo y favorecer que el problema evolucione y se trasforme en trastornos cada vez más graves.
Ver vídeo: El estrés