En días actuales la demanda física y psicológica que supone vivir en el siglo XXI, con problemas sociales, económicos y de diversos ámbitos provoque un fenómeno ya conocido, el estrés (stress), en casi toda la población, y en mayor número a las personas activas laboralmente entre los 20 y 50 años. La relación que guarda el estrés y la aparición de dolor miofascial será descrita a continuación.
¿Qué es el estrés y mediante qué mecanismos puede influir en el dolor miofascial?
El estrés es todo aquel factor que genera una demanda a la que el cuerpo debe adaptarse.
Una reacción de alarma ante una demanda (huir) producirá una respuesta aguda, con un aumento de la frecuencia cardíaca, la presión arterial, el tono muscular, etc., a medida que el cuerpo se prepara para la acción inmediata. Esto también se conoce como activación simpática. Cuando existen demandas constantes por el acumulo de factores estresantes (múltiples tareas, sobrecarga física y psicológica) se produce un estado de activación simpática, ansiedad y aumento de la sensibilidad.
La fase de colapso es aquella en el que el cuerpo humano llega a su límite por las demandas expuestas, y por una mala adaptación a estas actividades, una mala alimentación, falta de ejercicio, por lo cual es normal que los tejidos expuestos a las demanda, se lesionen.
El estrés es un factor de riesgo importante para que aparezca un síndrome miofascial; Trastorno no inflamatorio que se manifiesta por dolor localizado, rigidez y cuya característica primordial es la presencia de “puntos gatillo”.
Un punto gatillo miofascial es una zona hiperirritable que, por lo general, se encuentra dentro de una banda tensa de músculo esquelético o en la Fascia muscular. Esta zona irritable (punto gatillo) duele al ejercer presión sobre ella, y a menudo da lugar a irradiación del dolor o aparición de éste en una zona distante (dolor referido), además de presentar una sensibilidad aumentada a la palpación (Simons et al., 1999).
La tensión crónica puede afectar a todos los músculos esqueléticos corporales y, por tanto, cualquier músculo puede presentar puntos gatillo miofasciales.
La facilitación de una zona, de forma segmentaria (dermatoma), o en un músculo o fascia (punto gatillo), produce un aumento de la actividad nerviosa (y, por tanto, mayor dolor), cuando la propia zona o el cuerpo entero es sometido a cualquier tipo de tensión o estrés. Una vez relajada la persona, disminuirá la activación simpática y también el dolor ocasionado por los puntos gatillo.
Esto significa que es probable que cualquier método que produzca relajación y calma, y que disminuya la activación simpática, dé lugar a una disminución del dolor que se experimenta por la actividad de los puntos gatillo. Este hecho está respaldado por las investigaciones que muestran que el masaje de relajación –o cualquier procedimiento que tenga efecto calmante produce precisamente este efecto, disminuye el dolor derivado de los puntos gatillo (De las Peñas, 2005).
La sobrecarga del tejido muscular provocado por una distensión repentina, un golpe, un enfriamiento, un estiramiento rápido o una serie de microlesiones repetidas debidas a sobreuso, provocan la liberación de sustancias vasoneurorreactivas como bradicinina, prostaglandina, interleuquina 1 y sustancia P. Estas sustancias químicas aumentan la sensibilidad de las neuronas locales que transmiten el dolor al sistema nervioso central y al cerebro (llamadas nociceptoras).
Estas sustancias químicas también producen inflamación de los vasos sanguíneos locales y fomentan el aumento de la permeabilidad lo que provoca inflamación, congestión y edema localizados desencadenando una isquemia, provocando la liberación de sustancia P, sumando varios factores de riesgo para la aparición de un puntos gatillos.
Tras los cambios bioquímicos generados por diferentes factores, entre ellos el estrés ya mencionado, el sobreuso de una o mas articulaciones, anomalías posturales, una mala alimentación, mala calidad del sueño, surgen los puntos gatillo miofasciales preferentemente en zonas de carga, como la zona cervical y zona lumbar, y con ello el dolor.
El tratamiento se elegirá en base a la valoración fisioterapéutica y a las técnicas de elección que mas convenga al terapeuta.