Henry Beecher, un cirujano americano licenciado en Harvard, se encontraba en uno de los hospitales militares durante la segunda guerra civil y estaba a punto de intervenir a un soldado con heridas graves cuando percibió que no le quedaba morfina. En aquel entonces, el cirujano, licenciado en la Universidad de Harvard, no contemplaba la opción de no operar al militar estadounidense, pero intervenirle sin anestesia provocaría su muerte por un colapso del corazón. Fue entonces cuando sucedió. Una de las enfermeras, sin ápice de nerviosismo, rellenó una jeringuilla de agua con sal y se la inyectó al paciente haciéndole creer que era morfina. El soldado, que ya había recibido morfina con anterioridad, y convencido de sus efectos, se tranquilizó al momento. Bajo esa creencia el paciente fue intervenido sin anestesia pero sin dolor, y finalmente sobrevivió.
Al llegar a los Estados Unidos, el cirujano dedicó el resto de su vida a estudiar el efecto placebo. A lo largo de su trayectoria el Doctor Henry Beecher revolucionó la investigación médica cuando creó un nuevo modelo de estudio: el ensayo clínico randomizado. En él, los participantes se dividen en dos grupos, a uno se les aplica el medicamento a estudiar y a los otros un placebo (Mark Best M, (2010). Henry Beecher: dolor, confianza y verdad a la cabecera del paciente. El poderoso placebo, la ética de la investigación y la seguridad en anestesia).
¿Podemos alterar un gen, una célula, o la conexión de una neurona a través de un pensamiento, un sentimiento o una expectativa?
De manera más simple, ¿podemos cambiar nuestro cuerpo solamente porque estamos convencidos de que algo funcionará?.
Otro experimento en Japón ayudó a impulsar el nacimiento de una nueva ciencia, la psiconeuroinmunología, una rama de la medicina que estudia cómo los pensamientos y emociones provocan un efecto en el sistema inmunológico. El estudio fue llevado a cabo hace más de 50 años, y los participantes fueron niños alérgicos a la hiedra venenosa, una planta que habita en territorio norteamericano. Pues bien, los científicos reunieron a los niños y les frotaron el antebrazo con una hoja aparentemente idéntica a la hoja de la hiedra venenosa. Aunque realmente se trataba de una hoja inofensiva, los doctores previamente habían explicado a los pequeños que les frotarían la planta alérgica sobre su brazo para analizar el sarpullido. Tras entrar en contacto con la hoja, todos los niños, sin excepción, tuvieron una reacción alérgica.
¿Cómo el cuerpo puede sentir y reproducir los efectos positivos o negativos de algo que realmente no es nada?
Para responder a ésto es necesario nombrar a Fabrizio Benedetti, seguramente el investigador más significativo de todos los tiempos sobre los efectos placebo. El profesor italiano afirma que el efecto placebo puede darse a nivel superficial (aliviar el dolor o la depresión) o a un nivel más profundo (cambiar los genes y producción de hormonas). Para provocar un impacto superficial sobre nuestro cerebro pensante solamente basta con tener una sugestión o una expectativa, mientras que para conseguir una alteración química o genética, a través de un efecto placebo, es necesario además un condicionamiento.
Las palabras que utiliza nuestro médico de confianza sobre el tratamiento que nos pauta modifican nuestra percepción del dolor. Solamente el hecho de entender lo que nos pasa y ponerle nombre nos tranquiliza. Explicar a un paciente cómo la técnica de fisioterapia que va a recibir sirve para disminuir el dolor, y cuanto más convincentes sean nuestras explicaciones, provocará una activación neuronal en el cerebro del paciente que disminuye su sensación dolorosa. En un estudio se observó cómo los efectos del ultrasonido sobre el dolor eran similares cuando se aplicaba el tratamiento con la máquina apagada y encendida. Cuando pretendemos actuar sobre percepciones basta con estar convencidos de algo para que funcione. Como el dolor o el estado de ánimo son procesos conscientes, se pueden manipular a través de un simple pensamiento, siempre y cuando creamos en ello.
Sin embargo, cuando nuestro cuerpo no solamente siente los efectos de algo, sino que también los reproduce en forma de sarpullido, producción de una hormona en concreto, o activación de algún gen en particular, no basta con inducir al paciente a través del lenguaje que algo va a funcionar, sino que es necesario el condicionamiento.
¿Qué es el condicionamiento?
El condicionamiento se produce cuando relacionas un recuerdo (tomar una determinada pastilla) con un cambio interno (disminución del dolor). Cuando experimentas que algo funciona y lo repites muchas veces, tu cerebro crea un recuerdo asociativo. Estás almacenando en la memoria que la pastilla funciona. En cuanto sientes que algo te genera bienestar lo retienes y así serás capaz de asociar un producto externo con una sensación interna agradable. Si continúas tomándote la misma pastilla con regularidad, el recuerdo asociativo entre pastilla-dolor es tan fuerte que si se cambia el fármaco por una pastilla idéntica, pero de azúcar, el cerebro es capaz de generar la misma química que hacía el fármaco.
¿Consiste en engañar a nuestro cuerpo o en saber estimular su poder de autocuración? Si es cierto que el cerebro puede reproducir la química de un medicamento ¿Podríamos entrenar esa facultad para recurrir a nuestra propia farmacia cerebral cuando lo necesitemos?
En el año 1999, el psicólogo Irving Kirsch realizó un metaanálisis de 35 ensayos clínicos para valorar los efectos de los 4 antidepresivos más recetados mundialmente. Sus conclusiones revelaron que los placebos fueron igualmente de eficaces que los fármacos en un 81% de los casos. Los antidepresivos funcionaban porque se observó una mejoría en comparación con los pacientes que no tomaban ninguna pastilla, lo interesante es que los placebos también. Ésto no significa que los fármacos fallen sino que los placebos funcionan.
En este capítulo hemos aprendido que
- Para sentir los efectos de un placebo a nivel superficial, como por ejemplo disminuir el dolor, es necesario una sugestión o una expectativa.
- Para reproducir los efectos fisiológicos de un fármaco debe darse el condicionamiento para que la memoria asociativa ponga en marcha nuestra farmacia cerebral.