El propósito de este artículo es facilitar el reconocimiento de aquellas señales que manda el corazón a nuestro cerebro mientras estamos haciendo ejercicio. Los comentarios serán bastante generales, y se dirigirán principalmente a personas que están saludables y que practican o quieren iniciar un programa de actividad física/ejercicio (AF/E) e intentaremos ofrecer directrices sobre cómo interpretar las diferentes manifestaciones normales que emite nuestro corazón cuando nos estamos ejercitando.
Nos centraremos en la utilidad de interpretar las señales normales que vienen de la frecuencia cardíaca y la tensión arterial. En otro momento, nos dedicaremos a escribir sobre las señales anormales a las que debemos prestar atención.
¿El corazón nos habla mientras nos ejercitamos?
El corazón es un músculo. Un músculo que bombea sangre a nuestro cuerpo. Para bombear la sangre, debe vaciarse mediante una vigorosa contracción (latido cardíaco) que manda una determinada cantidad de sangre (volumen latido) al cuerpo.
Para que esa cantidad sea suficiente, los latidos cardíacos tienen que ocurrir con una frecuencia adecuada a las necesidades de oxígeno y de nutrientes de nuestro cuerpo. Ese número de latidos que necesitamos para vivir, es lo que se llama frecuencia cardíaca. La frecuencia cardíaca va a ser diferente si nuestro cuerpo está en reposo (sin actividad física) o haciendo AF/E, puesto que mientras ejercitamos, las demandas metabólicas de nuestro cuerpo son mayores.
Señal uno: la frecuencia cardíaca
Cuando hacemos AF/E, la frecuencia cardíaca aumenta en forma directamente proporcional a la intensidad de la actividad. Es decir, a medida que es más intensa la AF/E, más va a aumentar la frecuencia cardíaca. Para conocer cuánto se ha elevado la frecuencia cardíaca, es necesario en primer lugar, reconocer la frecuencia cardíaca de reposo.
Para determinar cuál es nuestra frecuencia cardíaca de reposo, debemos dejar de hacer cualquier AF/E durante unos cinco minutos (este tiempo aplica sobre todo si no acabamos recién de hacer un esfuerzo intenso, en cuyo caso tendríamos que esperar hasta diez o quince minutos), y permanecer sentados y relajados, en un ambiente tranquilo y a temperatura agradable. Una vez transcurridos los cinco minutos, podemos tomarnos la frecuencia cardíaca mediante la toma del pulso arterial o mediante alguna otra forma de chequearla.
Pulso arterial
El pulso arterial es el golpe en forma de onda que se propaga a través de las arterias de nuestro cuerpo, originado en el latido cardíaco y que se puede palpar con nuestros dedos en ciertos lugares en nuestras arterias. Es una forma indirecta de explorar la actividad de nuestro corazón. Algunos de los sitios donde más frecuentemente podemos tomar el pulso arterial es:
- Pulso carotídeo: Pulso localizado en la parte interna del tercio medio del músculo esternocleidomastoideo, a nivel del cuello (lateral al cartílago tiroides). Es quizás el pulso arterial más útil, puesto que es de gran amplitud y nos refleja directamente la irrigación del encéfalo (cerebro y otras estructuras adjuntas que forman parte del sistema nervioso central), que es el sitio de nuestro cuerpo que determina si una persona está viva o muerta. Si vamos a tomar el pulso arterial a nivel carotídeo, es importante tomarlo solo en un lado del cuello. La compresión bilateral del pulso carotídeo puede estimular una estructura llamada “seno carotídeo” que puede producir algunas alteraciones no deseadas en el sistema cardiovascular.
- Pulso humeral: Es un pulso localizado en la parte interna del codo, justo por dentro de la inserción del músculo bíceps braquial. Es en esta zona donde se ausculta para tomar la tensión arterial.
- Pulso radial: Es quizás uno de los pulsos más utilizados para medir la frecuencia cardíaca. Es muy conveniente porque no requiere una aproximación muy invasiva o cercana cuando una persona quiere palpar en otra el pulso arterial. Es de fácil acceso y se localiza en el llamado “canal del pulso” localizado justo por fuera del tendón del músculo flexor radial del carpo, cerca de la muñeca, próximo a la raíz del dedo pulgar.
Existen otros pulsos, como el femoral, el poplíteo y el pedio, pero, como estamos hablando de la actividad del corazón mientras nos ejercitamos, estos últimos no son frecuentemente usados para este propósito.
Otras formas de tomar la frecuencia cardíaca
Existen otros métodos para tomar el pulso arterial. Uno de ellos es mediante el uso de dispositivos tecnológicos (pulsómetros) que utilizan sensores que van colocados principalmente sobre el pecho y que registran la actividad cardíaca y la transmiten a un monitor localizado en un reloj de muñeca o un teléfono inteligente, en el que se puede apreciar con bastante fidelidad la frecuencia cardíaca de una persona.
Asimismo, en situaciones intrahospitalarias, es decir, dentro de un hospital u otro tipo de centro clínico, la frecuencia cardíaca puede ser calculada mediante el uso de un monitor electrocardiográfico, que mide las señales eléctricas que provienen del corazón con una precisión latido a latido, por lo que este es el sistema más exacto para la medición de la frecuencia cardíaca. Sin embargo, no es un procedimiento económico o práctico para ser utilizado en ambientes extrahospitalarios.
El corazón nos habla mediante la frecuencia cardíaca de reposo
Después de permanecer un tiempo de aproximadamente 5 minutos sentados y sin esfuerzo, podemos determinar nuestra frecuencia cardíaca de reposo (FCRep), la cual normalmente debe estar entre 60 y 100 latidos por minuto (lpm). A una frecuencia cardíaca por debajo de 60 lpm se le da el nombre de bradicardia, y a una frecuencia cardíaca por encima de 100 lpm se le denomina taquicardia.
El corazón nos habla mediante la frecuencia cardíaca durante el ejercicio
Como ya hemos señalado, la frecuencia cardíaca puede elevarse de acuerdo a la intensidad del ejercicio que una persona está realizando. Esta relación es prácticamente lineal en el caso del ejercicio dinámico, de alto componente aeróbico. No lo es tanto en el ejercicio estático o de fuerza, por lo que los principios que daremos a continuación aplican fundamentalmente al ejercicio dinámico.
Partiendo de la máxima elevación de la frecuencia cardíaca a la que podemos llegar (Frecuencia cardíaca máxima), podemos estimar la intensidad del esfuerzo que estamos haciendo.
Frecuencia cardíaca máxima (FCM)= 220 – edad
Así, de acuerdo a la fórmula, una persona que tenga 20 años de edad, debe tener, en teoría, una frecuencia cardíaca máxima de 200 lpm (220-20=200). Con base en este cálculo, y de acuerdo a las guías del Colegio Americano de Medicina del Deporte, una persona puede determinar la intensidad de su actividad física, utilizando la siguiente tabla:
Fuente: American College of Sports Medicine. ACSM's Guidelines for Exercise Testing and Prescription. 2014
Para obtener el porcentaje de frecuencia cardíaca que usamos durante una actividad física/ejercicio, necesitamos obtener, en primer lugar, nuestra frecuencia cardíaca de ejercicio (FCE). Una vez obtenida la FCE, se divide ésta entre la FCM, y el resultado se multiplica por cien. Así:
%FCM=FCE/FCM*100
De esta manera, por ejemplo, y consultando la tabla N° 1, una actividad física/ejercicio que produzca una frecuencia cardíaca del 70% de la FCM, es un esfuerzo de intensidad moderada. En nuestro ejemplo, el joven de 20 años, al llegar a 140 lpm está haciendo un esfuerzo del 70% de su capacidad, o sea, un esfuerzo moderado:
%FCM = 140/200*100
%FCM = 70%
A pesar de que el método de usar la FCM para estimar la intensidad del ejercicio es muy sencillo y por ende, popular, hay otro método un tanto más exacto que nos acerca al mismo propósito. Es utilizando la Frecuencia Cardíaca de Reserva.
La Frecuencia Cardíaca de Reserva (FCRes) es la diferencia entre la FCM y la FCRep, es decir, la cantidad de latidos que realmente puede usar nuestro corazón, puesto que no podemos tener una frecuencia cardíaca menor a la que tenemos en reposo, así como tampoco podemos superar la frecuencia cardíaca que tenemos en ejercicio máximo. La FCRes, como su nombre indica, constituye los latidos que tenemos de “Reserva” para hacer actividad física. De esta manera:
FCRes=FCM-FCRep
Si queremos determinar la intensidad de la actividad física que hacemos mientras nos ejercitamos, lo podemos hacer mediante una serie de pasos:
En primer lugar, obtener la FCE. Una vez registrada ésta, se resta de ella el valor de la FCRep para obtener la Variación de la Frecuencia Cardíaca durante el Ejercicio (VFCE), o lo que es lo mismo, la cantidad de latidos que se incrementó la frecuencia cardíaca por encima del valor de reposo.
VFCE = FCE – FCRep
Una vez obtenida la VFCE, se procede a dividir ésta entre la FCRes, y se multiplica el resultado por 100.
%FCRes = VFCE/FCR*100
Esto nos permitirá determinar el porcentaje de la FCRes y por ende, la intensidad de la AF/E. (Ver tabla N° 2)
Fuente: American College of Sports Medicine. ACSM's Guidelines for Exercise Testing and Prescription. 2014
Siguiendo con nuestro ejemplo, en el caso del joven de 20 años que hizo un ejercicio que llegó a 140 lpm. Suponiendo que tiene una FCRep de 60 lpm, determinamos su VFCE:
VFCE = FCE –FCRep
VFCE = 140 lpm – 60 lpm
VFCE =80 lpm
Para luego determinar su FCRes:
FCRes = FCM – FCRep
FCRes = 200 lpm – 60 lpm
FCRes = 140 lpm
Y al final, calcular el porcentaje de la Frecuencia Cardíaca de Reserva:
%FCRes = VFCE/FCRes*100
%FCRes = 80 lpm / 140 lpm * 100
%FCRes = 57%
Al revisar en la tabla, un %FCRes de 57% corresponde a una AF/E de intensidad moderada, pero casi llegando a ser vigorosa.
El segundo método, utilizando la FCRes, es más adecuado desde el punto de vista de la fisiología del ejercicio, aunque como es un poquito más complejo, no es tan utilizado desde el punto de vista de los aficionados que se ejercitan.
Ya revisamos que, mediante la frecuencia cardíaca durante el ejercicio, el corazón nos puede informar con bastante fidelidad la intensidad de la AF/E que estamos haciendo. Pero hay otra forma en que nuestro corazón nos puede hablar durante el ejercicio. Nos referimos a:
Señal dos: la tensión arterial
La tensión arterial (también llamada presión arterial) es otra de las maneras en que nos puede hablar nuestro corazón durante la AF/E. La tensión arterial (TA) es el producto de dos valores: la presión con que nuestro corazón (específicamente el ventrículo izquierdo) expele la sangre por nuestras arterias, y que llamamos tensión arterial sistólica (TAS), y el “tono” o “tensión” que tienen las arterias cuando nuestro corazón no está expulsando la sangre, y que como a esa fase se le llama diástole, le llamamos tensión arterial diastólica (TAD). Por ello, cuando hablamos de “tomarnos” la tensión, se nos dan dos valores, por ejemplo: 120/80. “120” es la TAS y “80” es la TAD. Ambas se expresan en mmHg, porque son medidas de presión.
El corazón nos habla mediante la tensión arterial durante el ejercicio
Para hablar de respuestas de la tensión arterial al ejercicio, necesitamos primero diferenciar dos tipos de ejercicio: el dinámico y el estático. Durante el ejercicio dinámico, la TAS tiende a elevarse, mientras que la TAD se mantiene o incluso puede disminuir. Durante el ejercicio estático, tanto la TAS como la TAD tienden a elevarse.
En general, toda persona con TA en reposo por encima de 140/90 mmHg debería hacerse una evaluación médica para controlar sus cifras tensionales; es posible que incluso se encuentre en una situación de hipertensión arterial que amerite el uso de medidas farmacológicas para el control de su TA.
Asimismo, cualquier persona que presente una TA por encima de 180/100 mmHg durante el ejercicio, debería suspender el ejercicio hasta que un profesional de salud le evalúe y dé adecuadas recomendaciones personalizadas sobre las condiciones en las que debería seguir haciendo ejercicio. Es necesario recordar que presiones arteriales muy elevadas pueden poner en riesgo nuestra salud cardiovascular.
Hay otras formas en que nuestro corazón nos puede hablar: las palpitaciones, las molestias o incluso el dolor cardíaco pueden ser señales claras que ameritan respuestas inmediatas de nuestra parte. Pero eso será tema a discutir en otra ocasión. Gracias por su amable lectura.
Bibliografía
- American College of Sports Medicine: ACSM’s Guidelines for Exercise Testing and Prescription. Ninth edition. 2014. Lippincott Williams & Wilkins
- Fletcher GF, Ades PA, Kligfield P, Arena R, Balady GJ et al: Exercise Standards for Testing and Training. A Scientific Statement from the American Heart Association. Circulation 2013; 128:873-934 (disponible en http://circ.ahajournals.org/content/128/8/873.short)
- National Strength and Conditioning Association: Essentials of Strengh Trainind and Conditioning. Third edition. 2008. Human Kinetics.
- Smith DL and Fernhall B: Advanced Cardiovascular Exercise Physiology. 2011. Human Kinetics.
- Woolf-May: Prescripción de ejercicio. Fundamentos Fisiológicos. Guía para profesionales de la salud, del deporte y del ejercicio físico. 2008. Edit. Elsevier Masson.